
El Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se conmemora cada año el 11 de febrero, fue aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el fin de lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas, y además para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas. Este Día es un recordatorio de que las mujeres y las niñas desempeñan un papel fundamental en las comunidades de ciencia y tecnología y que su participación debe fortalecerse.
La brecha de participación de mujeres y varones en los ámbitos de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) es una constante en todo el mundo. Pero la brecha no es solo de participación, sino de menores sueldos y mayores estereotipos. Si sos mujer y estás leyendo esto, pensá en el primer juguete que te regalaron. No sería una excepción que te hayan regalado una cocinita o una muñeca y no un libro con experimentos de ciencia o un set para armar construcciones “para niños”. Muchas veces se les ofrece a las niñas juguetes asociados a los roles que se espera de ellas en la sociedad y muchas de estas veces es de manera inconsciente.
¿Cuál es la principal consecuencia de la falta de participación de mujeres en STEM?
La principal consecuencia es que el 50% de la población mundial no está representada en las producciones científicas y tecnológicas. En todo el mundo, sólo el 33% del personal de investigación está compuesto por mujeres. Además, reciben menos fondos de investigación que los varones, y tienen menos probabilidades de lograr un ascenso. En el sector privado se observa una situación similar, las mujeres ocupan menos cargos directivos en las empresas y puestos técnicos en las industrias tecnológicas. Las mujeres representan tan sólo el 22 % de las y los profesionales que trabajan en el campo de la inteligencia artificial y el 28 % de las personas graduadas en ingeniería. Las áreas STEM, se encuentran actualmente en plena expansión y ofrecen amplias oportunidades para quienes las integran, al tiempo que son clave en los procesos de desarrollo de los países. 89% de lo que hacemos en internet (previo al COVID-19) está relacionado con aplicaciones móviles, y solo el 6% de las aplicaciones móviles en el mundo fueron desarrolladas por mujeres. En el campo de la medicina, por ejemplo, la mayoría de los estudios médicos son liderados y testeados mayoritariamente en varones, y por esto, en algunos casos no consideran contraindicaciones en mujeres.
“Seamos sinceros, todo el mundo en la comunidad biomédica se ha pasado la vida estudiando un sexo u otro. Y normalmente es el masculino”, dice el biólogo Steven Austad. Cuando se trata de la maquinaria básica de nuestro cuerpo, los científicos han asumido a menudo que estudiar un sexo es lo mismo que estudiar el otro“.

En 2011, la investigadora de la salud Annaliese Beery, de la Universidad de California en San Francisco, y el biólogo Irving Zucker, de la Universidad de California, Berkeley, publicaron un estudio en el que analizan los sesgos de sexo en la investigación con animales en un año de muestra: 2009. De los diez campos científicos que investigaron, ocho mostraron un sesgo masculino. En farmacología, el estudio de las drogas médicas, los artículos que informaban únicamente sobre los varones superan en cinco a uno a los que informaban solo de las mujeres. En fisiología, que explora el funcionamiento de nuestro cuerpo, la proporción era de casi cuatro a uno. Es un problema que también se da en otros rincones de la ciencia. En la investigación sobre la evolución de los genitales (partes del cuerpo que sabemos con certeza que son diferentes entre los sexos), los científicos también se han inclinado por los varones. En 2014, biólogos de la Universidad Humboldt de Berlín y de la Universidad Macquarie de Sydney analizaron más de trescientos artículos publicados entre 1989 y 2013 que trataban sobre la evolución de los genitales. Descubrieron que casi la mitad solo se ocupaba de los machos de las especies, mientras que sólo el 8% se ocupaba de las hembras. Un periodista lo describió como “el caso de las vaginas desaparecidas”.
Cuando se trata de la investigación médica, la cuestión es más complicada que el simple sesgo. Hasta alrededor de 1990, era habitual que los ensayos médicos se realizaran casi exclusivamente con varones. Y había buenas razones para ello. “No se quiere dar el fármaco experimental a una mujer embarazada, y no se quiere dar el fármaco experimental a una mujer que no sabe que está embarazada pero que realmente lo está”, explica Arthur Arnold. El terrible legado de las mujeres a las que se les administró talidomida para las náuseas matutinas en la década de 1950 demostró a los científicos lo cuidadosos que deben ser antes de administrar fármacos a las futuras madres. Miles de niños nacieron con discapacidades antes de que la talidomida fuera retirada del mercado.
Los niveles hormonales fluctuantes de una mujer también pueden afectar su respuesta a un medicamento. Los niveles hormonales de los varones son más “consistentes”. “Es mucho más barato estudiar un sexo. Así que si vas a elegir un sexo, la mayoría de la gente evita a las mujeres porque tienen estas “hormonas enredadas”. Así que los investigadores emigran al estudio de los varones. “En algunas disciplinas hay un sesgo masculino vergonzoso”, añade. Esta tendencia a centrarse en los varones puede haber perjudicado la salud de las mujeres.
Por ejemplo, las mujeres que van a sufrir un infarto de miocardio (ataque al corazón) tienen más probabilidades de presentar síntomas como insomnio, aumento de la fatiga, dolor en cualquier parte de la cabeza hasta el pecho, las semanas antes de sufrir un ataque al corazón. En cambio, los varones son menos propensos a tener esos síntomas y es más probable que presenten el clásico dolor torácico “aplastante”. Dadas estas diferencias, es plausible que la exclusión de las mujeres de los ensayos de medicamentos durante tantos años haya afectado su salud.
A su vez, no incluir mujeres en los ensayos clínicos implica no saber si los fármacos suministrados tienen los mismos efectos en mujeres y varones. El primer ejemplo es la digoxina, que se utiliza desde hace tiempo para tratar la insuficiencia cardíaca. En 2002, los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Yale decidieron echar un vistazo a los datos sobre la digoxina, analizando sus efectos en función del sexo. Entre 1991 y 1996, los investigadores habían llevado a cabo ensayos aleatorios con pacientes cardíacos que utilizaban digoxina. Comprobaron que no afectaba a la duración de la vida del paciente, pero sí reducía, en promedio, su riesgo de hospitalización. Pero el equipo de Yale observó que el fármaco se probó en aproximadamente cuatro veces más varones que mujeres, y no respondieron de forma idéntica. Una proporción ligeramente mayor de mujeres que tomaron digoxina murieron antes que las que tomaron un placebo. En el caso de los varones, las diferencias entre los que tomaban el fármaco y el grupo de placebo eran mucho menores. La diferencia según sexo, concluyeron, “habría quedado neteada por el efecto del tratamiento con digoxina entre los varones”. Pero la ciencia nunca se detiene. El resultado de la Universidad de Yale resultó más tarde no ser lo que parecía. Estudios más recientes, incluyendo uno con un grupo de muestra mucho más grande publicado en el British Medical Journal en 2012, han sugerido que de hecho no hay un riesgo sustancialmente mayor de muerte para las mujeres por el uso de digoxina en absoluto.
El segundo ejemplo es el fármaco para el insomnio zolpidem, comúnmente vendido en los Estados Unidos bajo la marca Ambien (en Uruguay también es una fármaco “popular” y se vende bajo el nombre comercial Somit). Mucho después de que se aprobara su comercialización, una investigación reveló que las mujeres a las que se les administraba la misma dosis que a los varones eran más propensas a sufrir somnolencia matutina. Ocho horas después de tomar zolpidem, el 15 por ciento “de las mujeres, pero solo el 3 por ciento de los varones, tenían suficiente cantidad del fármaco en su organismo como para aumentar el riesgo de sufrir un accidente de tráfico”. A principios de 2013, la FDA tomó la histórica decisión de reducir la dosis inicial recomendada de zolpidem, reduciéndose a la mitad para las mujeres. “El zolpidem es una especie de caso señal”, dice Arthur Arnold. La digoxina y el zolpidem ponen de manifiesto la importancia de incluir el sexo como variable en la investigación médica.
Estos son ejemplos cotidianos importantes que explican por qué es importante saber que las mujeres no estamos representadas. Tenemos que incentivar a las niñas en estos campos, primero, porque son en donde actualmente hay mayor producción y desarrollo. Por otro lado, si bien los estereotipos de género se terminan de constituir a los 7 años, se perpetúan en la adolescencia, que es cuando nos encontramos la proyección de los tipos de carreras en las que las jóvenes quieren desarrollarse.
¿Qué sucede con los estereotipos y la participación de mujeres y niñas en áreas STEM?
Los meta-análisis muestran consistentemente que las niñas y los niños son, en promedio, mucho más similares que diferentes. Por ejemplo, una de las diferencias de género en matemáticas, basada en 100 estudios y pruebas a más de tres millones de personas, encontró que las niñas superaron a los niños en general en la escuela primaria, no hubo diferencias en la escuela secundaria y solo hubo una ventaja masculina muy leve para la resolución de problemas complejos.
La distribución de mujeres y varones en las disciplinas académicas parece verse afectada por las percepciones de “brillantez”. Bian et al. (2018) estudió a niños y niñas pequeños para evaluar cuándo emergen esas percepciones diferenciales. A los 5 años, los niños parecían no diferenciar entre niños y niñas en la expectativa de “realmente, realmente inteligente”, la versión infantil de la brillantez adulta. Pero a los 6 años, las niñas estaban preparadas para incluir a más niños en la categoría de “muy, muy inteligente” y para alejarse de los juegos destinados a los “realmente, realmente inteligentes”. Estos hallazgos sugieren que las nociones de brillantez de género se adquieren de manera temprana y tienen un efecto inmediato en los intereses de los niños.
Es posible que nunca hayas escuchado hablar de esto, pero los experimentos de Draw-a-Scientist se han llevado a cabo desde los años sesenta. La prueba es tan simple como parece, se les pide a los niños que dibujen un científico/a, pero los resultados dicen mucho sobre los estereotipos de género. En 1983, el científico social David Chambers publicó un estudio que analizó los dibujos de casi 5.000 niños y niñas de Estados Unidos y Canadá durante 11 años (19661-1977). Chambers encontró que, aunque los científicos parecían muy diferentes, eran casi todos varones. Solamente el 1% de los niños y niñas, que tenían entre cuatro y ocho años, dibujaron a una científica y todos eran niñas.
Desde entonces, las mujeres han entrado en los campos científicos en un número cada vez mayor. Esto hizo que el estudiante de doctorado de Northwestern University, David Miller, se preguntara si las percepciones de los niños sobre los científicos habían cambiado. Miller et al. (2018) examinaron el valor de cinco décadas de esta prueba, analizando los dibujos de 20.000 niños entre 1985 y 2016. La buena noticia: con el tiempo, más niños dibujaron a científicas. En 1985, el 22% de los niños dibujaban a una científica en promedio. En 2016, el 34% de los niños lo hizo. En promedio, el 28% de los niños dibujaron a una científica, mucho más alta que el 1% original.
No obstante, las noticias no son todas positivas: los niños más pequeños tenían más probabilidades de dibujar a mujeres científicas. La tendencia al estereotipo aumenta con la edad. Los niños de cinco y seis años dibujaron aproximadamente 50/50 científicos y científicas. Pero a la edad de ocho años, era mucho más probable que dibujaran a un científico.
Más niñas que niños dibujaron a científicas, en promedio, dibujaron al 70% de los científicos como mujeres a los seis años. Sin embargo, a los 10 u 11 años, esta tendencia comenzó a revertirse. A los 16 años, en promedio, las niñas dibujaban solo el 25% de los científicos como mujeres. Los niños siempre fueron más propensos a dibujar científicos: 83% a los seis años, llegando al 98% a los 16 años.
Uruguay no es la excepción, podemos analizar la evolución de las brechas de género en el desempeño en matemática a través de los años. En la prueba INDI (2017) que se realiza en niños y niñas de 4 y 5 años. hay una brecha a favor de las niñas, en las pruebas TERCE (2013) no hay diferencias en el desempeño de niñas y niños; no obstante, en las pruebas PISA cuando los jóvenes se encuentran en secundaria los varones tienen un mejor desempeño.
Miller reflexiona: “Los maestros y los padres, por lo tanto, deben ser conscientes de que la escuela primaria y la secundaria son un período crítico cuando los estudiantes comienzan a formar estereotipos sobre los científicos. Los niños deben estar expuestos a diversos ejemplos de científicos que van más allá de los típicos científicos varones blancos que generalmente se presentan en las aulas”.
¿Cómo pueden padres, madres y cuidadores estimular a las niñas para que se interesen en STEM desde la primera infancia?
Esta pregunta tiene que ver con los estereotipos que se inician desde simples frases que Melina Masnatta define como “killer phrases” (frases matadoras en inglés), que suelen decir algunas personas como: “esta es una carrera para varones” (sí, créanme sigue sucediendo) o “va a ser muy difícil porque vos no sos buena en matemática”. Esas frases limitantes van construyendo caminos también limitantes para estas jóvenes.
Otro punto se relaciona con la poca confianza en los recursos digitales que tienen las niñas y jóvenes. Muchas veces en sus familias la primera consola de videojuegos o los estímulos tecnológicos, matemáticos y científicos se lo suele regalar a los niños y no a las niñas. Esto impacta la confianza que se va adquiriendo en esos recursos digitales.
Numerosos estudios muestran la asociación entre estereotipos de género de padres, madres y cuidadores y sus creencias sobre las habilidades matemáticas de sus hijos. Siendo estos procesos mayormente inconscientes, ¿cómo, entonces, podemos luchar contra el prejuicio de que las niñas son menos habilidosas en terrenos STEM?
- El primer desafío es que las personas que educan y sus entornos más cercanos empiecen a descubrir, a imaginarse que estas jóvenes son potenciales profesionales en estos ámbitos.
- El segundo punto es acercarle a las niñas y jóvenes diferentes experiencias relacionadas con estas disciplinas porque en general no hay un estímulo desde lo lúdico ni desde otros roles, se los empieza a vedar desde temprana edad.
- El tercer punto, y esto es un desafío más regional, es que hay un gran desconocimiento sobre qué significa trabajar en STEM. Existe este estereotipo que aleja mucho porque nos imaginamos a alguien que está en Silicon Valley. Muchas veces en nuestros países no nos imaginamos, por ejemplo, lanzando satélites. Si bien la falta de conocimiento sobre cuáles son los desarrollos y las carreras que se pueden estudiar es un tema que no distingue de géneros, sí hay una fuerte barrera de género en la participación en STEM. Por ejemplo, varias investigaciones demuestran que las mujeres se dedican más a tareas vinculadas con el cuidado como la medicina. Y dentro de la medicina, en general, van a determinadas áreas. Eso también habla de un camino sesgado en el recorrido.
- En cuarto lugar, faltan redes y comunidades que incentiven y se conecten con otros ecosistemas. Muchas universidades dan charlas para incentivar la inscripción en carreras STEM pero esto también se desconoce y no hay una articulación con el nivel educativo medio y con el nivel inicial. Los museos de ciencia en diferentes países, tienen muchísimas actividades y desarrollos para niños y niñas pero tampoco hay una articulación con otros niveles ni con las familias.
- Por último, hay desconocimiento sobre las oportunidades profesionales y sobre qué significa trabajar en STEM y qué habilidades se precisan para estos campos. Por ejemplo, tecnología, es un ámbito muy requerido y los salarios son, en promedio, más altos. Esta es una oportunidad profesional que las familias deberían incentivar porque para las mujeres puede significar lograr un balance entre trabajo y vida personal y les permite desarrollarse a la vez que tener un sueldo competitivo en el mercado.
¿Cómo pueden las políticas públicas especializadas en desarrollo infantil incentivar la participación de las niñas y mujeres en STEM?
Se pueden mostrar roles modelo cercanos con un proceso que a veces es muy difícil que es reconocer dónde están esas mujeres, quiénes son y hacerlo un entorno amigable. En Uruguay hay organizaciones como Girls in Tech, Mujeres IT, R-Ladies MVD, PyLadies Uruguay, entre otras.


Uno de los puntos cruciales es generar datos y armar campañas para que la población entienda que si no tenemos ingenieras o ingenieros, si no tenemos capacidad productiva, estamos perdiendo como países. Algunos de esos incentivos se pueden realizar desde las políticas públicas: campañas de comunicación, de tomar datos, de medir, de decirle a la sociedad por qué es importante que haya mujeres en estos sectores.
Esta evidente subrepresentación de las mujeres limita nuestra capacidad para encontrar soluciones sostenibles e inclusivas a los problemas modernos y construir una mejor sociedad para todas las personas.